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Poco duró el gozo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Los sumos sacerdotes, escribas, fariseos, saduceos, todos, unidos para poner un pare al entusiasmo del pueblo sencillo que ve colmadas sus esperanzas en ese Jesús de Nazaret.

 

El hecho de que la gente se haga interrogantes como: ¿será Elías? ¿Juan el Bautista resucitado? o incluso el Mesías esperado. Él,  que habla con autoridad, que dice y actúa, que no hace distinción de personas, que anuncia la Buena Noticia a los Pobres, los predilectos del Reino. Que en su ejemplo de vida siempre anuncia la verdad. Es por eso que lo siguen, y lo aclamaron ayer, Domingo de Ramos.

 

Por ello todos los poderosos, religiosos y civiles, judíos y romanos, terminarán confabulándose para matarlo. Pues las  mentiras con que han ido llevando a la gente, están en peligro de derrumbarse, por un Hombre que anuncia lo verdadero  y vive en acorde a la voluntad del Padre.

 

Es lunes Santo y se nos invita a meditar de qué parte estamos, si del pueblo sencillo y creyente o si de los que sienten que Jesús es molesto y estorba. Sí, es muy fácil decir que  nos identificamos con los primeros, que lo seguimos con nuestras palmas y ramos en alto, pero miremos a la práctica. ¿A qué hacemos más caso, al mensaje de las bienaventuranzas o a la propaganda comercial? ¿A la defensa de la verdad y la justicia o al acomodo sin complicarnos? ¿Nos aferramos a costumbres y tradiciones o estamos siempre listos a ser  solidarios con quienes lo  necesitan, aunque “no sean de los nuestros”?

 

Hay muchas maneras de condenar a Jesús o, al menos, de no hacer nada por salvarlo. Al Jesús de Nazaret y a los que representa el rostro de Cristo en  nuestros días, los necesitados en quienes quiso quedarse. “Lo que hagan a uno de mis hermanos más pequeños, a mi me lo hacen”.

Frases para la cartelera

  • Tú eres el Dios que nos libera y salva

  • Tú eres el Mesías

  • Líbranos de la codicia

  • Perdónanos Dios de misericordia

  • Yo soy tu liberación

     

     

     

     

     

     

     

     

     

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"Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura" (Cfr. Jn. 12, 1-11)

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